lunes, 31 de diciembre de 2007

Un año de Desorganización

Hoy, 31 de Diciembre de 2007, Desorganización Recursiva cumple un año de su primer post.

Me pone muy contento ver que un año después el blog sigue vivo. La verdad que el día que lo creé, hace exactamente 12 meses, lo hice en un momento de aburrimiento, más para probar Blogger que otra cosa, y pegué un par de textos que tenía por ahí, con la idea de borrarlo ni bien dejara de entretenerme. Pero la realidad es que unos días después el blog empezó a aparecer en búsquedas de Google y mucha gente que no conocía empezó a leerlo periódicamente. Y así, comment va, comment viene, el blog quedó en pie y lo seguí utilizando como medio para conocer mucha gente, expresarme literariamente y hablar de pelotudeces varias de la vida cotidiana.

Algunos datos estadísticos de este 2007 que se termina:
Les dejo un saludo a todos y un gran agradecimiento por seguir visitando mi blog. Feliz 2008!

lunes, 17 de diciembre de 2007

Lluvia


Hoy decidí que aprovecharía la lluvia que anunció el señor de moño pardo y bigote del noticiero en el pronóstico de la mañana para salir a bañarme y lavar mis culpas y mis malos recuerdos. Después de todo, todos tenemos algún mal recuerdo en nuestras vidas, alguna Julia o Jorgelina que nos ha dejado porque le fuimos infieles (pero solamente una vez) o un insecto que nos pareció mal haber matado, y soñamos con algún día sentirnos limpios de culpa y cargo y tomarnos un licuado de frutilla en una mesa a la calle de un restaurante, a las 4 de la tarde de un domingo, como quien no quiere la cosa.

Como se trataba de algo medianamente importante, no podía hacerlo suceder sin prestar atención a los detalles. Tenía que vestir el patio de casa para la ocasión. Lo primero que hice fue llevar a todas las plantas en sus macetas, una por una, al balcón de casa y arrojarlas a la calle desde allí. Ví que mucha gente se asombró y hasta algunos vecinos juntaron algunos de los ejemplares para seguir haciéndolos crecer en sus propios patios. Pobres infelices.

Luego saqué el auto del garage y me dirigí hacia la pinturería que hay a tres cuadras de mi casa, donde le pedí a Don Gerardo dos tarros grande de Albalátex amarilla y uno chiquito de naranja. Me los vendió pero como un padre que se separa de sus hijos, como la señora Gladys cuando me vendió el gatito que había tenido su gata Teresa y que regalé a una novia allá lejos en el tiempo. Cargué todo en el auto y lo dejé a Don Gerardo, lo sé, preguntándose por qué no había comprado brocha ni pincel.

Llegué a casa y después de fumarme un pucho me puse manos a la obra. Destapé los tarros blancos por fuera y amarillos por dentro y con una escoba me puse a pintar violentamente y con decisión el cuadrilátero antes blanco con piedritas azules. Cuando terminé, me había sobrado todavía un poco en cada tarro, y los guardé para alguna ocasión futura.

Habiendo cubierto todo de amarillo, mojé mis manos en la pintura naranja y dibujé con trazos gruesos en todas direcciones. Me dejé llevar y tracé líneas (sobre todo diagonales), y cuando sentí que había terminado me paré un rato a tratar de adivinar formas, y colibríes, y cuentas de sumar que no daban; y un árbol como un jacarandá pero naranja de hojas y de tronco.

El terreno estaba listo. Me tiré boca arriba y completé la obra. Era la hora que el señor del noticiero había señalado. El cielo era una mezcla brumosa; era cientos de grises mientras el piso era amarillo y naranja, y yo.

Diez minutos más tarde, el cielo cayó en forma de pequeñas perlas sobre mí; me golpeó, me desgarró las voluntades y la carne. Esperé a que terminara, a levantarme nuevo y con derecho a tomarme un licuado de frutilla en una mesa a la calle de un restaurante, a las 4 de la tarde de un domingo, como quien no quiere la cosa. En cambio al terminar me sentí cansado y aburrido; me miré al espejo y me sentí sucio. Ahora pienso que en realidad la lluvia no nos lava, sino que nos deja una versión más corrupta de nosotros mismos, para que miremos en el espejo y nos demos lástima; y nos peguemos un baño para después tomarnos un mate mirando en la tele el pronóstico para el día siguiente esperando que el señor de moño pardo y bigote anuncie Sol para mañana, Sol para pasado mañana, Sol todos los días, solamente Sol menos a la noche, que puede llover todo lo que quiera porque se duerme tan bien con lluvia cuando uno está adentro, bien metido debajo de la sábana.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

La crisis de menúes en los restaurantes

Situación: uno se sienta en la mesa de un bar o restaurante y espera a que lo atiendan. Después de varios intentos infructuosos, consigue llamar la atención del mozo/a. Lo primero que hace, lógicamente (a no ser que sea demasiado habitué del lugar y no guste experimentar cosas nuevas), es pedir la carta/menú.

Ya este primer acto en muchas ocasiones causa en el mozo un gesto de sorpresa como si eso fuera lo último que esperaba de nosotros. Acto seguido, a veces luego de esperar algunos minutos, conseguimos la carta en cuestión (la mayoría de las veces, extraída de alguna mesa vecina).

Una vez seleccionado lo que vamos a consumir, el mozo nos toma el pedido y amablemente nos solicita retirarnos la carta. Siempre, sin excepción. Tenemos que volver a pedirla cada vez que queremos algo más (por ejemplo, el postre).

Haciendo la salvedad con los restaurantes que tienen cartas demasiado elaboradas (por ejemplo, con tapas de madera), es necesario mezquinar las cartas así? Tener 10 cartas para 30 mesas, por ejemplo? No es un pedazo de papel, después de todo?

Desorganización Recursiva llama a que, de vez en cuando y para molestar nomás, contestemos "no" cuando el mozo nos diga "te retiro la cartita?". Juntos podemos cambiar el Mundo.

(Vale aclarar que en Hooters, menú que acompaña este post, esto no me sucedió, había unos cuantos menúes en cada mesa)

martes, 4 de diciembre de 2007

Cuentos de mi infancia III: Un inspector en el desierto

Éste lo escribí en tercer grado :)

Había una vez un inspector llamado "Tiro al Aire" (que por el nombre era despistado), tenía que ir al desierto Sahara. Era para descifrar un papiro con jeroglíficos que estaba en un sarcófago en la pirámide Keops. Después de un largo viaje, llegó y desplegó su mapa. Estaba a seis millas de Keops, por suerte tenía agua para 1 año. 1 año después, ya estaba frente a Keops, pero no había entrada. Buscó y rebuscó. Por fin encontró un ladrillo suelto, y entró. Encontró 8 sarcófagos y 1000 serpientes guardianas. Por suerte Tiro tenía arco y flecha. Tenía 2000 flechas, y gastó 1999. Con una flecha no hacía nada, pero no había más serpientes. Revisó los sarcófagos y en el quinto estaba el papiro. Lo descifró y decía "El que abra los sarcófagos hasta llegar a este se le caerá Keops encima". El inspector salió corriendo y cuando puso un pie afuera se cayó Keops. Por suerte Tiro se salvó, y no hubo más secretos.