Hoy me puse a pensar sobre los ascensores, esas curiosas habitaciones móviles que pertenecen un poco al tercer piso y otro poco a la planta baja, es como si de repente uno quisiera ir al baño pero no estuviera ahí listo para ser usado, entonces se presiona un botón y el baño compartido por todo el edificio viene raudo y veloz al encuentro; preferentemente con olor a flores y a desodorante Poett en abundancia. De la misma manera podríamos compartir cocina, comedor y balcón, haciendo los departamentos mucho más interesantes arquitectónicamente. Y claro, si necesitáramos trasladarnos de un piso al otro, que es la verdadera función de estas cajas llenas de espejos y olores, sería mucho más grato utilizar la sala de estar o la biblioteca, y de paso chusmear los libros que las otras personas fueron guardando.
Una de las cosas que caracterizan a los ascensores son los temas de conversación, siendo el clima el preferido por la abrumadora mayoría. He conocido a mucha gente que, ansiosa por comentar el calor que hace o el frío que se viene con la tormenta, decide apagar el televisor y viajar desde un séptimo piso a la planta baja con la esperanza de encontrar una oreja que escuche estas importantísimas noticias. De este claro ejemplo resulta evidente el rol socializador de estos solitarios vagones verticales.
Hace un par de semanas nos quedamos encerrados entre dos pisos con 7 de mis compañeros de la oficina en el ascensor del edificio donde trabajamos. Intenté en todo momento hacer comentarios graciosos para que mantuvieran el buen humor y la calma, y también para que no surgiera el tema del clima. De otra manera, como estuvimos 15 minutos encerrados, seguramente luego de comentar el presente día y el fin de semana siguiente, nos habríamos puesto a hacer predicciones para los días más allá del fin de mes y gráficos de isotermas con el dedo sobre el espejo empañado. Inevitablemente para el momento del rescate hubiéramos tenido listo el pronóstico de la semana siguiente para las 20 principales ciudades del mundo, y una explicación totalmente revolucionaria acerca del microclima de la ciudad de Bariloche.
Por lo demás, cuando uno se sube y hay solamente gente que no conoce, no hace más que hacerse el sota y mantener el silencio sepulcral; la mirada va al vacío, es mirada de subte, que mira quizás hacia adelante pero sin ver nada; muchas veces mira al número, como si fuera de repente a marcar un piso intermedio o desconocido, casi rezando que el 2 rojo se dibuje en la pantallita.
El ascensor fue inventado por Arquímedes en el año 236 Antes de Cristo. Duración media del viaje: 17 segundos.
Una de las cosas que caracterizan a los ascensores son los temas de conversación, siendo el clima el preferido por la abrumadora mayoría. He conocido a mucha gente que, ansiosa por comentar el calor que hace o el frío que se viene con la tormenta, decide apagar el televisor y viajar desde un séptimo piso a la planta baja con la esperanza de encontrar una oreja que escuche estas importantísimas noticias. De este claro ejemplo resulta evidente el rol socializador de estos solitarios vagones verticales.
Hace un par de semanas nos quedamos encerrados entre dos pisos con 7 de mis compañeros de la oficina en el ascensor del edificio donde trabajamos. Intenté en todo momento hacer comentarios graciosos para que mantuvieran el buen humor y la calma, y también para que no surgiera el tema del clima. De otra manera, como estuvimos 15 minutos encerrados, seguramente luego de comentar el presente día y el fin de semana siguiente, nos habríamos puesto a hacer predicciones para los días más allá del fin de mes y gráficos de isotermas con el dedo sobre el espejo empañado. Inevitablemente para el momento del rescate hubiéramos tenido listo el pronóstico de la semana siguiente para las 20 principales ciudades del mundo, y una explicación totalmente revolucionaria acerca del microclima de la ciudad de Bariloche.
Por lo demás, cuando uno se sube y hay solamente gente que no conoce, no hace más que hacerse el sota y mantener el silencio sepulcral; la mirada va al vacío, es mirada de subte, que mira quizás hacia adelante pero sin ver nada; muchas veces mira al número, como si fuera de repente a marcar un piso intermedio o desconocido, casi rezando que el 2 rojo se dibuje en la pantallita.
El ascensor fue inventado por Arquímedes en el año 236 Antes de Cristo. Duración media del viaje: 17 segundos.