El libro

Tengo un libro que tiene muchos piecitos, y muchas veces por la noche o en las tardes de siesta, despierta de su letargo de tinta y árido papel, y pasea por las calles del barrio.
En su andar, le es imposible no tropezar con cada persona con la que se cruza, pero la gente no se da cuenta. O se da cuenta, pero no hace nada al respecto.
Tampoco puede dejar de meter todos sus piecitos en cada charco, ni tropezar con casi todas las baldosas flojas. Se moja, se embarra, y es todo un enchastre. Y le da verguenza.
De a poco y sin ningún apuro va volviendo por el mismo caminito por el que vino, aunque tropieza con otra gente y nunca entiende por qué. Al llegar de nuevo a su estante, se sienta muy tranquilito, no exactamente en la misma posición que antes.
Cuando me voy a dormir, lo agarro medio distraidamente y lo hojeo un poco, pero no me doy cuenta de que está todo embarrado y mojado. O me doy cuenta, pero no hago nada al respecto. Aunque lo noto un tanto diferente a la vez anterior.