Tenía una pesadilla durante todas sus horas de vigilia; un temor persistente, incesante, intenso. La horrorizaba la idea de tener un tic, de perder el control de alguna parte de su cuerpo aunque sea por un instante. Tenía fobia a ejecutar un acto, un movimiento, por mínimo e imperceptible que fuera, de manera involuntaria. Todas las cosas trascendentes, después de todo, habían sido actos voluntarios y ejecutados en pleno conocimiento de causa. El Quijote, el Código Civil de Velez Sársfield, la Mona Lisa, las Pirámides, el Tiempo, no fueron productos de una tos, de un hipo.
El hipo. El hipo era lo peor que podía pasarle. Le pasó pocas veces en su vida, pero todas fueron horribles. Llegó a darse fuertes golpes en la panza para ahogarlo para siempre. Y al comer, masticaba 34 veces cada bocado para evitar que sucediera.
A sus 38 años todavía tenía el cuerpo joven y caliente; vivo, ardiente y atractivo para las miradas que no dejaban de rozarla por donde quiera que estuviera. Cada vez que salía, se sentía chorreando un líquido espeso y sin olor; empapada en el humor vítreo de los ojos hambrientos.
Ese día había transcurrido normalmente. Su trabajo como jueza era demandante pero le permitía controlar que al menos en una porción del Universo las cosas fueran como deben ser. Decidía cotidianamente sobre la libertad de personas de todo tipo. Gente común, asesinos horribles, políticos corruptos, a todos los mandaba presos, los privaba de su libertad legítimamente, los amordazaba, los ataba, les arrancaba sus vidas y los metía en espacios pequeños a sufrir por sus propias acciones.
Hacía un par de meses que su fobia la iba a buscar a su cama, sigilosa como un puma, y la hacía despertarse. Se preguntaba, Qué hacía mientras dormía? Muchas mañanas se había despertado totalmente destapada y eso era un claro indicio de que se movía en sueños, y ese pensamiento se le hacía insoportable.
Durante las últimas semanas no había podido pegar un ojo; el amanecer la encontraba tan despierta como es posible, los ojos atentos al pasaje del tiempo, la mente contando los tic-tac del despertador, hasta la erupción en el eléctrico chillido que indica que es hora de levantarse. Un par de noches las pastillas ayudaron, pero el efecto se iba cada vez más rápido y no le gustaba la idea de perder el control en manos de las drogas. Decidió ponerle fin al problema esa misma noche.
Volviendo del juzgado, frenó en la puerta de la ferretería de su barrio. Intentó observar lo menos posible la mugre del local y no prestarle atención al olor de tornillos oxidados y compró 40 metros de soga de colgar la ropa. El obeso ferretero la miró algo extrañado, y se preguntó cuánta ropa podría llegar a colgar en toda esa soga. No parecía una madre de familia, mucho menos podía imaginársela haciendo los quehaceres del hogar; más bien la imaginación lo llevaba hacia otros rumbos. La imaginó desnuda, enredada junto a él en el baño del negocio, la vió subirse a su auto rojo, cerrar la puerta con bronca y acelerar histéricamente.
Al llegar a su casa, tiró la pesada bolsa con el rollo de soga dentro arriba de una silla de madera, que aceptó el peso no sin quejarse brevemente. Masticó el contenido de la bandeja de comida de supermercado calentada en el microondas con las ansias de quien tiene que hacer algo más importante luego.
Entró a su habitación bolsa en mano y la dejó sobre la cama. Prendió una vela que había dejado preparada junto a su cama y se desvistió completamente. Admiró su hermosura en el espejo de su cuarto, se puso de costado y recorrió lo chato de su abdomen, su pelo rojizo y ondulado apoyado sobre sus pechos grandes y firmes. Se sentó en la cama, sacó la soga y empezó a rodear sus piernas lenta y cuidadosamente. Al llegar a su vientre, se sintió un poco excitada y no pudo evitar que un leve gemido, algo lánguido, desgarrara el silencio sepulcral de su casa grande a las 10 de la noche.
Siguió por el abdomen y luego juntó sus pechos bien fuerte contra el resto del cuerpo. Sintió un poco de dolor, pero lo soportó porque era necesario. Por último, tomó un pedazo más corto de soga que había separado previamente y ayudándose con su boca y el marco de la cama rodeó sus manos y consumó un nudo algo artificial pero medianamente efectivo para no dejarla moverse. Acercó la soga a la vela y el recubrimiento plástico cedió un poco a causa del calor. Fundió la soga de las manos con la del resto del cuerpo, completando el cerrojo.
Apagó la vela con un fuerte y frío soplido, miró la oscuridad y se echó en la cama de costado, completamente inmovilizada por las cuerdas, incapaz de efectuar el más mínimo movimiento; se sintió completamente libre, sonrió, y no necesitó pastillas para dormir.
14 comentarios:
Creando personajes nuevos y situaciones raras; y ensuciando un poco las composiciones, que venían siendo muy inmaculadas ;)
Saludos a todos.
es increíble como logras la libertad a traves del atarla...es muy bueno, la verdad te felicito! un gusto pasarse por acá!
sami: :) gracias por las felicitaciones, lo más gratificante de esto es que le haya gustado al menos a alguien. Pasate cuando quieras ;)
Que buena metáfora. Jueza atada libre. La gran metáfora de las vueltas femeninas..
Ya te lo dije antes. Excelente cuento. Tu narrativa cobra vidas diferentes día a día.
carito aprehendiendo: Je, sí, tampoco nos metamos con "las vueltas femeninas", ese tema es demasiado complicado :P
la incondicional: Muchas gracias; a qué se refiere con que cobra vidas? A que mata gentes? :P
quería poder intuir el final,pero una ansiedad poco común me frenaba a mover el cursor para continuar la lectura...
Una sensación rara me dejó este texto... una combustión de conceptos... libertad, adaptabilidad y flexibilidad y un juego de metáforas que coronaron la mezcla, me gustó.
La idea es genial, tenías pensado el final antes de escribirlo o salió en el camino?? Saludos!
antagonista: haber causado eso en una persona es muy satisfactorio; gracias por compartir lo que te pasó.
rosario: pregunta recontradifícil! Creo recordar que lo primero que se me ocurrió, la idea que surge como un flash de repente cuando vas caminando, la iluminación, fue una persona que se ata porque tiene miedo de moverse; que fuera mujer lo había decidido de antes para ir alejando los personajes de mi propia persona, que fuera jueza surgió después, cómo atarse surgió después, y así siguiendo. Así que podríamos decir que el final fue lo primero que se me ocurrió ;)
Otro cuento "barco" para el repertorio! La que me venía perdiendo, menos mal que lo leí!
Metáfora.
Siga asi!
Hernán
PD1. Por qué "barco"? Por lo zarpado
PD2. Por qué Metáfora? Porque ya lo dijeron varios, tenía que decirlo para no desencajar.
Hernán: El barco zarpado! Le agradezco el comentario con metáfora metafórica incluida :)
uf, con esta semana cargadita de laburo, que bueno liberar la imaginacion leyendo este cuento... nada original mi comment pero la posta es que la metafora "mujer jueza se libera atandose" es sencillamente GENIAL, que bien encaja todo y que entretenido leerlo eh, mi cuento preferido este eh, muuuuuy bueno...
Como que al menos a alguien?
Sabelo que siempre hay gente que te lee y no todos dejan sus comentarios.
Esta historia es hermosisima, me encanto.
Triste, tierna, melancolica, agitada.
Tiene mucha cosa linda!!!
Salu2 desde Monterrey!!!!
raoul: Muchas gracias por hacerme notar su bienestar al haber leído el cuento; me alegro que sea tu preferido (no es el mío, pero bueh :P)
princesa de la locura: Es cierto, la mayoría no deja comments, pero interesarle al menos a 1 persona ya es muy satisfactorio. Gracias por comentar y suerte en la aventura mexicana ;)
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