lunes, 28 de enero de 2008
La niebla
La tarde que empezó, la niebla sorprendió al pueblo de Hernández como cualquier acontecimiento súbito pero medianamente esperado (como lo son la lluvia, el anochecer o la llegada del vendedor de cigarros los jueves por la tarde). Los ancianos ya la comentaban esa misma mañana, y los jóvenes la consideraban menos probable a causa de los comentarios de los viejos. Lo cierto es que cuando el aire empezó a teñirse de finísimas hebras amarillentas ya no hubo otro tema de conversación en las pulperías, y en la escuela dejaron ir antes a los chicos que se fueron corriendo, cantando canciones de mariposas y pateando cubos de telgopor blanco.
A las tres horas de comenzado el fenómeno, la densidad de la niebla era tal que desde el campanario de la iglesia ya no se veía la hamaca celeste de la plaza (solamente la roja; y estaba muy quieta, como esperando), y los techos de las casas asomaban como pequeños sombreros del mar espeso y blanquecino. Mirando al ras del suelo, daba la sensación de que la niebla brotaba de las calles de arena sucia; y quién sabe en realidad de dónde venía esa locura espesa, esa nube que andaba acariciando la tierra.
Esa noche todos durmieron más profundamente que de costumbre, y al otro día, temprano por la mañana, comenzaron a circular las noticias del mundo exterior. Aparentemente la niebla acababa a unos cuantos metros de las fronteras del pueblo y un poco más allá la mañana era limpia y fresca. Esto sorprendió un poco al lechero y al vendedor de almohadas, pero consideraron que se trataba de algo irremediablemente pasajero y que no había más que esperar un buen rato para que todo retornase a la normalidad.
La mañana comenzó bien rara, como era de esperarse. Las horas pasaban y las noticias llegaban de todos lados, a pesar de que nadie parecía entrar o salir del pueblo. A las ocho y veinte el vendedor de canastas le comentó a Doña Julia (que vivía en una mitad de cuadra) que el pueblo vecino había sido atacado por una plaga de hormigas negras que, si bien no picaban ni comían carne, asfixiaban a los habitantes de las casas, ocupando todo el espacio que segundos antes ocupaba el aire. Doña Julia no pudo dejar de asustarse y tiró tanto veneno cerca de la puerta de su casa que su perro Mateo se enfermó del estómago instantáneamente; y no fueron pocos los pájaros que aparecieron muertos en las esquinas solitarias y silenciosas.
A las tres y treinta y dos trascendió el rumor de que el pueblo estaba siendo rodeado por una cadena interminable de jirafas que, unidas por una bufanda de color celeste, impedirían a toda costa la salida de cualquier persona. Los motivos, desconocidos; pero el panadero y su esposa Ofelia aconsejaron a todos que permanecieran en sus casas, y nadie se atrevió a contradecirlos. Atrancaron bien las puertas y se quedaron encerrados, apenas alumbrados por la luz de una velas y entretenidos por los diarios viejos, el mate y la galleta un poco reseca del día anterior. Así fue como el resto de ese día nadie se animó a abrir siquiera una ventana, y al otro día fue muy difícil diferenciar la mañana de la tarde, y la tarde de la mañana siguiente. Por el mismo motivo, tampoco nadie notó que la niebla iba aflojando en sus intenciones, y empezaba de a poco a abandonar las paredes y las calles del pueblo.
Al cuarto día ya no quedaban rastros de la niebla y tampoco había gente en las calles, la plaza, la iglesia ni la feria. Las casas ya no eran más que un recuerdo en el aire vacío, marcas en la tierra seca, y un par de perros vagabundos recorrían todavía los contornos, desorientados. El vendedor de tuercas y tornillos pasó a la hora de siempre y olió algo raro en el aire; y a pesar de que no le vendió nada a nadie, no se fue con la misma cantidad de tornillos con los que entró.
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11 comentarios:
Esto lo escribí esperando a Ceci en un restaurante hace mucho y lo tenía a medio terminar... Así que ahí fue.
Un saludo a todos!
la imagen de las jirafas con bufanda fue como que... rara(?), pero no tanto por leer mucho macanudo. momento! con las mismas letras de liniers se puede escribir... luciano! malditos, malditos seaaaaan
jaja gracias por tu visita!
me estaré tomando n tiempo para leerte bien, pero por lo que veo, tu blog está bueno!
besos
Las imágenes estás realmente bien logradas.
Buen relato, me recuernda un cuento para chicos. SAludos
jon: Demonios, te diste cuenta! Y con las letras de Jon se puede escribir... Noj!
silvina: Gracias, sentite como en tu casa ;)
la incondicional: Le agradezco la apreciación.
e1000: A mí también me anda pasando con las cosas que escribo; quizás sería un buen negocio dedicarme a eso! :P
Me encantó!!!
Y bueno, ni que hablar que aparece mi nombre, no?
=)
buenaass, solo pasaba a decir eso!
lulet: Te llamás Ofelia?
silvina: Esteeee.... Hola
¿Hernández? ¿Será ese Hernández chiquitito que yo conozco?
Si es así, el vendedor de tornillos, es mi bisabuelo...
Besos :)
flor: El nombre lo "inventé", pero no me sorprende que exista, porque es un nombre bastante común ;)
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